EL KARMA

Alguien me pidió que hablara sobre «La ley de causa y efecto». 
Si creemos que somos el cuerpo y la mente, caemos bajo las leyes del karma, o de causa y efecto.
La causa y efecto existen debido al tiempo y al espacio. Si no hubiera tiempo y espacio, no habría causa y efecto. 
En realidad no existe el tiempo y el espacio y no hay causa y efecto. Pero en el mundo relativo existen. 
La causa y efecto es otro nombre para la ley de retribución —lo que siembras cosecharás— o la ley del karma. 

Para cada acción hay una reacción igual y opuesta. Esa es la ley de la física. Es lo mismo que la ley de causa y efecto. Todo lo que haces tiene una consecuencia, no hay escape de ella. A menos que te gires hacia dentro y ya no reacciones a nada. Entonces trasciendes la ley y eres libre. Pero mientras creamos todavía que somos el cuerpo, estamos bajo esta ley.

Así es como funciona: 
Si quieres cultivar naranjas y no sabes nada acerca de semillas, podrías tomar una semilla de un limón, sembrarlo en el suelo y esperar a que crezca un naranjo. 
La causa es la siembra de la semilla de limón y el efecto, el árbol limonero. La semilla se siembra en la tierra. La tierra es tu mente y las semillas son tus pensamientos. Y el efecto es el resultado que se obtiene de la siembra de semillas. 
Así que uno siembra una semilla de limón y crece un limonero. Pero luego te pones a llorar y gritas: «Yo quería naranjas», y dices: «Exijo naranjas». Y coges una rabieta, te pones histérico. A nadie le importa. Sembraste las semillas y esto es lo que estás recibiendo como resultado, limones. 
¿Por qué sembraste una semilla de limón? No lo sabes. 
Quizás sembraste una semilla de limón en una vida anterior. Creaste la causa en ese momento. Y el efecto vuelve ahora a ti después de muchas vidas, no como un naranjo, sino como un limonero. 
Lo mismo ocurre cuando vemos cosas que no entendemos. Por ejemplo, cuando Mahatma Gandhi murió, le dispararon. 
¿Por qué un hombre tan honorable como él recibiría un disparo? Las últimas palabras que dijo a su atacante fueron: «Te perdono y te doy las gracias hijo mío». Porque se daba cuenta de que en alguna otra vida había puesto en marcha la causa. Y este era el efecto que él recibía. Esto es lo que se llama «Karma Retardado».

Luego está el karma instantáneo. Como cuando pisas el borde de un rastrillo. Cuando pisas un rastrillo, ¿qué sucede? Te golpea en la cabeza. Esto se llama karma instantáneo. 

Tomemos otro ejemplo: 
Henry me invita a su casa. Entro en su casa y me voy al frigorífico, y digo: «¿Qué hay para comer?» Y como todo lo que tiene en la casa. 
Entonces le digo a Henry ¿me prestas tu coche? Y Henry que es un buen chico me dice, «claro». Así que tomo prestado el coche y destrozo su coche. Le rompo los faros, el parabrisas y lo vuelvo a aparcar como si nada hubiera pasado. Y Henry que es un buen chico, no dice nada. 
Entonces le digo: «Henry ¿me puedes prestar quinientos dólares?» Así que Henry que es un buen chico dice: «claro». Y yo sin esperar nunca devolvérselo, tomo el dinero. 
Ahora, ¿qué sucede?
Al no reaccionar, Henry se convierte en neutral. 
Cuando eres neutral, no acumulas karma de nuevo. Has terminado con esa parte de tu vida. 
Cuando reaccionas, acumulas karma. ¿Qué me sucederá? Tendré que experimentar el efecto en algún momento, de alguna manera, de lo que le he hecho a Henry. Tiene que volver a mí de alguna manera. Tal vez no en esta vida, pero volverá, no hay escape. 
Por eso, cuando vemos ciertas cosas en la vida que no entendemos, no debemos juzgar, porque todo está desarrollándose como se supone que debe hacerlo. 
Todo está bien y todo se desarrolla como debe. No hay errores. 
La ley se cumple. La única manera de escapar de esta ley es NO REACCIONAR A CUALQUIER COSA QUE VIENE A TI. Porque todo lo que te sucede es de naturaleza kármica. 
Si reaccionas, tú mismo estás creando más karma y estás acumulando más karma. 
Si te das cuenta de que no eres el fenómeno cuerpo-mente, llegas a ser totalmente libre y absuelto y emancipado. Y ya no hay más un ir y venir para ti. Te vuelves totalmente libre.

Robert Adams