EL DUELO

El duelo es un proceso natural que se atraviesa al sufrir una pérdida significativa en la vida: puede tratarse del fallecimiento de un ser querido, una ruptura sentimental o la pérdida de otras relaciones significativas.
A nivel clínico se establece una diferencia entre el duelo normal y el duelo patológico.
En este artículo hablaremos sobre aspectos del duelo normal, que abarca un amplio rango de sentimientos, pensamientos y conductas que son normales después de una pérdida, como pueden ser:
– Sentimientos: tristeza, enfado, culpa, ansiedad, soledad, fatiga, impotencia, alivio o insensibilidad, entre otros.
– Pensamientos: incredulidad, confusión, preocupación, alucinaciones.
– Conductas: trastornos del sueño, trastornos alimentarios, conductas distraídas, aislamiento social, sueños con el fallecido (si es el caso), suspiros, hiperactividad, llanto, entre otros.
Por otra parte, dado que el duelo es un proceso, consta de diferentes fases y tareas a llevar a cabo para resolverlo.

La psiquiatra suiza Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004) realizó durante 30 años una profunda investigación acerca de las personas que se encontraban en el umbral de la muerte y de las experiencias que éstas tenían.
Escribió varios libros sobre la muerte y el duelo y, concretamente en su libro “Sobre la muerte y los moribundos”, describió 5 fases del proceso de duelo que empiezan a ser popularmente conocidas. Estas fases son las siguientes:
Negación: la negación de la realidad de la pérdida permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada e impresionante. Es una defensa provisional y pronto es sustituida por una aceptación parcial de la pérdida.
Ira: la negación es sustituida por la rabia y el resentimiento. Es una fase difícil de afrontar para los dolientes. Esto se debe a que la ira se expresa en todas las direcciones, incluso injustamente.
Pacto/Negociación: ante la dificultad de afrontar la difícil realidad surge la fase de intentar llegar a un acuerdo con la vida para intentar superar la vivencia traumática.
Depresión: cuando no se puede seguir negando la realidad de la pérdida, la persona se debilita, adelgaza, aparecen otros síntomas y se ve invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en general, temporal y preparatorio para la aceptación de la realidad. Si se le permite expresar su dolor, le será más fácil la aceptación final.
Aceptación: quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos, contemplará el futuro próximo con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz: en un principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz y se puede estar bien solo o acompañado.

No todo el mundo pasa necesariamente por estas 5 fases, ni en ese orden. Pero los estudios indican que al menos sí se experimentan dos de ellas a lo largo del proceso de duelo. No hay que perder de vista que cada persona es única y singular y siempre habrá características personales que condicionen el proceso.
La elaboración del duelo supone afrontar y reestructurar la experiencia de pérdida y el mundo cambiado en el que debe vivir la persona que ha sufrido la pérdida.

Para completar un duelo de forma sana se han descrito 4 tareas que se deben realizar:
1. Aceptar la realidad de la pérdida: La primera tarea del duelo es afrontar plenamente la realidad de que la persona está muerta y que ya no volverá.
Esta tarea lleva tiempo porque implica no sólo una aceptación intelectual sino también emocional, y esta última es la más compleja.
La creencia y la incredulidad son intermitentes mientras se intenta resolver esta tarea.

2. Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida
El dolor que supone una pérdida de un ser querido se puede manifestar tanto a nivel físico, como a nivel emocional y conductual. Es necesario reconocer y trabajar este dolor o si no éste se manifestará con algunos síntomas o como conductas disfuncionales.
No todo el mundo experimenta el dolor con la misma intensidad, ni lo siente de la misma manera, pero es imposible perder a alguien a quien se ha estado profundamente vinculado sin experimentar cierto nivel de dolor.

3. Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente.
En esta tarea es necesario hacer tres tipos de adaptaciones diferentes:
a) Adaptaciones externas: cómo influye la muerte en la actuación cotidiana de la persona
Dependiendo del tipo de vínculo que la persona tenga con el fallecido será más o menos complejo adaptarse a un medio externo en el que el fallecido ya no está. Cuantos más roles desempeñara el fallecido en la vida del doliente más complicada sería esta adaptación.
b) Adaptaciones internas: cómo influye la muerte en la imagen que la persona tiene de sí misma.
A los dolientes la muerte les confronta también con el cuestionamiento que supone adaptarse a su propio sentido de sí mismos, es decir, en la definición que hacen de sí mismas, en su amor propio y en su sensación de eficacia personal.
La tarea interna de las personas que experimentan el duelo es responder a las preguntas: “¿quién soy ahora?”, “¿en qué soy diferente a cuando le quería?”
c) Adaptaciones espirituales: cómo influye la muerte en las creencias, los valores y los supuestos sobre el mundo.
Una tercera área puede ser el ajuste al propio sentido del mundo.
La pérdida puede cuestionar los valores fundamentales de la vida de cada uno y sus creencias filosóficas. No es extraño sentir que se ha perdido la dirección en la vida. La persona suele buscar significado y su vida cambia para darle sentido a la pérdida y para recuperar cierto control.

4. Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo
La cuarta tarea del duelo consiste en encontrar un lugar para el difunto que permita al doliente estar vinculado con él, pero de un modo que no le impida continuar viviendo.
El duelo acaba cuando la persona ya no necesita reactivar el recuerdo del fallecido con una intensidad exagerada en el curso de la vida diaria.

Por Eva Lorenzo – Psicoterapeuta