kintsugi – Reparando aquello que se rompe

El kintsugi es una antigua técnica japonesa para reparar objetos de cerámica con la resina del árbol de la laca y polvo de oro. Así en vez de tirar la pieza si esta se rompía, los maestros artesanos japonenses la reparaban y le daban una nueva vida, más bella que la anterior.

En realidad era un oficio artesanal muy apreciado que llego a convertirse en un arte.

En nuestra cultura actual en la que (casi) todo se tira, el que alguien muy cercano y querido me haya mostrado la metáfora de esta técnica milenaria, me hace reflexionar sobre la importancia de reparar aquello que se rompe. Tan acostumbrados como estamos a tirar las cosas a la basura y sustituirlo rápidamente por algo nuevo, el mensaje que nos propone el kintsugi, es dedicarnos un tiempo a ser artista para arreglar algo con paciencia, dedicación plena y cariño, y después, apreciarlo y tomar consciencia de que ese objeto antiguo se ha convertido en nuevo gracias a tu arte… Lo que subyace pues, debajo del kintsugi  es que en vez de deshacerse del objeto, este se recupera para que a través de la restauración, luzca de nuevo más hermoso y con toda su historia y esplendor. Porque la pieza querida se rompió, pero fue reparada y ese episodio es una parte de su historia que la hace más valiosa.

Y si nos llevamos esta idea al terreno de las relaciones humanas? Nuestras heridas (las que provocamos, las que nos provocan, con las que nacemos, las sobrevenidas…) son las grietas del cuenco querido,  fruto de las interrelaciones con nuestros semejantes. ¿Cómo quieres reponer, sanar, curar esas grietas? O quizá ni siquiera quieras intentarlo, y prefieras en su lugar desechar esa relación, ese cuenco.

La idea es que cuando algo valioso se quiebra, podemos repararlo para embellecerlo. Y así también estamos reconociendo toda la fragilidad y vulnerabilidad de las relaciones, y de que estas siempre pueden ser perfeccionadas.

Si se hace ese esfuerzo se está honrando la relación y se enaltece su historia.

Y continuando con esta bella metáfora, ¿adivina que es el oro de los maestros japoneses con el cual reparaban sus piezas? Se trata del amor, que hace que todo brille más, los hilos dorados del amor que todo lo curan.

Las heridas se curan y dejan huella, las cicatrices. Y es bueno acariciarlas, honrarlas, hablar sobre ellas…, en una palabra, no esconderlas. Se miran y se miman desde la belleza del recuerdo y la historia de la relación.

Jacinto David Oviedo

Coach Ontológico